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Los ojos de Guillermo

Los ojos de Guillermo viendo a Gabriel bailar en el día de su boda conmueven a cualquiera. Se trata del amor incondicional de un padre por su hijo expresado en una mirada.

Guillermo es un septuagenario y sabe que alegrías como esta son pocas las que le quedan por vivir. Su hijo, Gabriel, se casó a los 36 años. Parecía que nunca lo haría.

Guillermo suspiraba viendo la alegría de su hijo, contemplando lo feliz que era Gabriel bailando con su ahora esposa. Y hasta se le caía alguna lágrima mientras los aplauda visiblemente conmovido. Es una emoción indescriptible. Es un rostro de papá logrado. De un hombre que ha encontrado en ese momento una felicidad que brota desde lo más profundo de su existencia. Como de un propósito de vida. Como de una devoción sublime hacia su hijo. Ojalá pudieran ver esos ojos. Tiene una mirada que te llega al alma.

Guillermo sonreía. Quizá le está diciendo en el silencio de espectador privilegiado: «Gracias por ser mi hijo». Quizá está pensando «me encanta verte feliz y realizado». O quizás simplemente nunca ha experimentado una alegría como esta.

Pude comprobar que en la vida todavía hay momentos trascendentes. Que valen la pena.

Lo cierto es que muy pocas veces uno tiene la suerte de ver ese rostro de realización. Pude comprobar que en la vida todavía hay momentos trascendentes. Que valen la pena. Que no están en las redes sociales o en una foto, pero que te dejan sin palabras. Gabriel no sabe todavía lo que siente Guillermo. Quizá algún día esté en el lugar de su padre.

Tal vez esa alegría melancólica simplemente es el reflejo de un padre con la certeza de que su hijo, cuando él ya no esté en este mundo, se quedará al lado de una buena mujer.

Escribe: Daniel Jácobo

Fotografía: Imagen de Gerd Altmann en Pixabay

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