La acción de educarnos es como preparar un jugo de naranja: Uno corta la fruta, extrae el jugo a través de un exprimidor y utiliza el colador para quedarse solamente con el zumo. Todos hacemos este mismo ejercicio cuando aprendemos algo. Con esta analogía se puede decir que a lo largo de nuestra vida todos somos jugueros y tenemos una serie de naranjas a disposición de las cuales podemos extraer un gran zumo de conocimientos.
Las primeras extracciones de jugo de naranja
Las primeras naranjas son nuestros padres, abuelos y familiares más cercanos. De ellos aprendemos lo indispensable: valores, tradiciones y normas básicas de urbanidad para desarrollarnos en un entorno exterior a la familia.
Luego del núcleo familiar siguen apareciendo naranjas de las cuales debemos obtener un buen zumo. En la vida escolar encontramos maestros y buenos amigos para toda la vida. Con enseñanzas que no se olvidan nunca.
En la medida que llega la adolescencia, la juventud y el inicio de la adultez aparecen distintas naranjas: maestros universitarios, una pareja, el jefe de turno y compañeros del trabajo. De quienes seguimos aprendiendo.
De juguero a naranja
Hasta que en algún momento de la vida todos nos convertimos en una naranja, cuando compartes lo que conoces con tus amigos, hijos, sobrinos, vecinos, etc.
Lo importante es entender la analogía del juguero y la naranja. Cuando te toque ser naranja asegúrate de haberte cultivado bien, para garantizar un buen jugo de conocimientos y habilidades para quien te exprima.
Y cuando te toque el rol de juguero, esfuérzate por exprimir muy bien a tu naranja.
Ojalá que en el mundo existan cada vez más naranjas bien cuidadas y con harto jugo, y jugueros listos para exprimirlas al máximo en un círculo virtuoso.
La próxima vez que te tomes un jugo de naranja piensa en esta analogía y cuidado con exprimir una naranja podrida. De ella no sacarás nunca un buen zumo.
Escribe: Daniel Jácobo